Es uno de los sellos característicos de los barrios españoles. En cada casa se puede apreciar este elemento que adorna los callejones, las calles y que se ha convertido en un imprescindible en cada balcón. Pero, ¿por qué es tan común en España y en el resto de Europa no? Para encontrar la respuesta hay que remontarse siglos y siglos atrás.
La palabra persiana viene del latín 'persa-ae', que viene a ser 'originario de Persia'. Y ahí está su origen. Las persianas son originarias de este grupo étnico, cuyo imperio lo conforma la actual Irán, y entraron por primera vez a Europa en el siglo XVIII por medio de Venecia. La ciudad italiana era uno de los puertos comerciales más activos del antiguo mundo y, de hecho, las persianas venecianas son de las más famosas.
Sin embargo, la primera persiana que se patentó tal y como la conocemos fue en Londres, allá por el 1769. Edward Bevan, inglés de nacimiento, fue el responsable de introducir el sistema de cuerdas y poleas que ahora forman las persianas de nuestras casas.
España es un país con una exposición al sol alta, entre 2.500 y 3.000 horas al año. Es por eso que el uso de las persianas se antojó crucial, así como de importante fue la influencia árabe en la historia española. En la cultura árabe, el interior de los hogares debe ser cuidado al máximo y debe presentarse de la mejor manera, por eso se intentaba que se mantuviera lo más fresco posible.
Por otro lado, si nos preguntamos por qué en los países del resto de Europa es tan difícil ver persianas, la respuesta está en la religión. La religión católica cuida mucho de la privacidad y el hogar es considerado como el sitio más íntimo de cara al público, por lo tanto se empeñan en guardar esa intimidad.
En los países centroeuropeos tampoco abundan las persianas debido a las costumbres protestantes. Los hogares están abiertos al exterior para compartir información y honestidad a los huéspedes. De la misma forma actúan los países nórdicos como Alemania y Reino Unido.